Las dos caras de la misma historia. Los últimos en llegar (Parte Primera)


M.V.
-¡Corre imbécil! –gritó Eve con la voz desgarrada.
Pero Roger hacia lo que podía. A cada tropiezo, a cada giro, se le iban cayendo los trastos que había estado saqueando en los grandes almacenes y que transportaba en un torpe abrazo.
En aquella carrera desesperada, huida y persecución al mismo tiempo, los segundos pasaban lentos como eones.
Al final llegaron a la enorme Plaza de las Confederaciones. Miles de personas, quizás decenas de miles, se hacinaban en torno al gigantesco transbordador espacial.
Apenas habían parado de correr, oyeron el rugir de los motores y tras él, como si de una onda expansiva se tratara, les llegó el clamor colectivo. Un aullido masivo. La esencia misma del terror. El último transbordador en dejar la Tierra, se elevó pesadamente, y maniobró en lo que parecía una grotesca despedida. Después aceleró y en pocos segundos se quedaron solos. Miles y miles de personas. Eve golpeó repetidas veces a Roger en un ataque de histeria, antes de abrazarle y romper a llorar. Hicieron un ovillo de sí mismos en el mugriento suelo. Solo les quedaban las radiaciones, la enfermedad y el hambre. Roger y Eve, los últimos en llegar, desearon con todas sus fuerzas no ser los últimos en morir.
Texto: Alex Nogués Otero